EL CASO VERDADERO DE CARLA MORAN
(DORIS BITHER )
En Mayo de 1974, Doris Bither empezó a sufrir los ataques de una
misteriosa entidad invisible. La forzaba, la sujetaba contra su cama,
luego procedía a violarla con una brutalidad en la que usualmente
participaban los golpes. El espectro, bautizado como “El Ente”,
atormentó sexualmente a Doris Bither por varios años…
El caso de Carla Morán, también conocido
como el “Caso de Doris D” o el “Caso de Doris Bither”, representa uno
de los casos más intrigantes pero menos estudiados dentro de la
Parapsicología. Fue este el caso que inspiró la película “El Ente”, la
cual a su vez se basó en la novela del mismo nombre que Frank de Felitta
escribió en base a los escalofriantes hechos reales de los que Doris
Bither fue víctima.
Doris Bither era una madre soltera que vivía en una casa de Culver
(California) con sus cuatro hijos (una niña de 6, tres varones de 10, 13
y 16), todos de diferentes matrimonios. Su vida, relativamente
tranquila, comenzó a ser trastocada cuando en mayo de 1974 se desataron
los primeros episodios de lo que sería una larga pesadilla, tan larga
que la seguiría por años enteros. En concreto, Doris había empezado a
sufrir ataques sexuales por parte de una entidad invisible a la que
ella, basada en los traumatizantes contactos que había tenido con dicha
entidad, le atribuía la forma de un atacante masculino alto y fornido…
Aquella entidad abusaba de Doris por las
noches: la tocaba, la forzaba violentamente contra su cama y después la
golpeaba y abusaba sexualmente de ella. Tras repetirse el episodio
numerosas veces, Doris buscó ayuda psiquiátrica mas, al recibir un
diagnóstico de normalidad, fue a buscar ayuda en investigadores de la Universidad
de California. Fue así que acudió al laboratorio de Parapsicología,
donde logró contactar con su director, el Dr. Barry E. Taff, un
psiquiatra e investigador escéptico.
En Mayo de 1974, Doris Bither empezó a sufrir los ataques de una misteriosa entidad invisible. La forzaba, la sujetaba contra su cama, luego procedía a violarla con una brutalidad en la que usualmente participaban los golpes. El espectro, bautizado como “El Ente”, atormentó sexualmente a Doris Bither por varios años…
El caso de Carla Morán, también conocido
como el “Caso de Doris D” o el “Caso de Doris Bither”, representa uno
de los casos más intrigantes pero menos estudiados dentro de la
Parapsicología. Fue este el caso que inspiró la película “El Ente”, la
cual a su vez se basó en la novela del mismo nombre que Frank de Felitta
escribió en base a los escalofriantes hechos reales de los que Doris
Bither fue víctima.
Doris Bither era una madre soltera que vivía en una casa de Culver (California) con sus cuatro hijos (una niña de 6, tres varones de 10, 13 y 16), todos de diferentes matrimonios. Su vida, relativamente tranquila, comenzó a ser trastocada cuando en mayo de 1974 se desataron los primeros episodios de lo que sería una larga pesadilla, tan larga que la seguiría por años enteros. En concreto, Doris había empezado a sufrir ataques sexuales por parte de una entidad invisible a la que ella, basada en los traumatizantes contactos que había tenido con dicha entidad, le atribuía la forma de un atacante masculino alto y fornido…
Aquella entidad abusaba de Doris por las
noches: la tocaba, la forzaba violentamente contra su cama y después la
golpeaba y abusaba sexualmente de ella. Tras repetirse el episodio
numerosas veces, Doris buscó ayuda psiquiátrica mas, al recibir un
diagnóstico de normalidad, fue a buscar ayuda en investigadores de la Universidad
de California. Fue así que acudió al laboratorio de Parapsicología,
donde logró contactar con su director, el Dr. Barry E. Taff, un
psiquiatra e investigador escéptico.
En un primer momento, Taff pensó que la historia era una mera construcción imaginaria y los supuestos ataques no eran más que un complejo de exteriorizaciones y percepciones producido por algún trastorno mental de Doris; aunque, cuando ella le mostró las extrañas y terribles marcas (algunas en la zona genital) que el violador invisible le había ocasionado, Taff pensó que su hipótesis del trastorno era casi seguramente insuficiente ya que, en el marco de los parámetros de la ortodoxia científica, no era posible explicar con rigor y completitud el caso. Intrigado, Taff tomó interés en el caso y entrevistó a Doris, a sus hijos y a sus vecinos, obteniendo tanto de sus hijos como de algunos vecinos la declaración de que habían sido testigos de los abusos de la entidad invisible a la que, desde ese momento, se le empezó a llamar “El Ente”.
Pese a eso, Taff no dejó de aferrarse a
la posibilidad de que todo tuviese su raíz en la mente de Doris, por lo
cual contactó con el hipnólogo Kerry Gaynor en vistas de encontrar
recuerdos perdidos en el subconsciente de Doris que, de alguna manera,
pudiesen dar la llave del caso. No obstante nada se sacó de las sesiones
hipnóticas y, entretanto, El Ente seguía deleitándose en sus salvajes
abusos. A causa de eso, finalmente decidieron trasladar un equipo
científico (dirigido por Taff y Gaynor) al domicilio de Doris.
Mientras el equipo proseguía con sus
investigaciones, el estado de Doris empeoraba cada vez más y hacía temer
en algunos médicos la posibilidad de que ella acabase sumergida en un
estado crónico e irreversible de esquizofrenia. Como ninguno de los
miembros del equipo había enfrentado algo semejante con anterioridad,
muchos de ellos, en parte por haber visto que casi no existían
precedentes de casos semejantes, optaron por creer que los ataques
cesarían a corto o mediano plazo. En un inicio habían creído, debido a
que los ataques sucedían cuando Doris dormía, que el problema se reducía
a cierto tipo de trastorno psíquico vinculado a la mecánica del sueño;
mas, tras irse desarrollando los hechos de la manera brutal y
contundente en que se dieron, empezó a surgir en los investigadores la
creencia en la posibilidad de que en efecto estuviesen lidiando con
alguna entidad sobrenatural.
Y es que, a diferencia de tantos fantasmas, El Ente y sus secuaces no dudaron en manifestarse ante la presencia de los investigadores; por lo cual, en aquellos días en que el equipo estuvo en el domicilio de Doris, se reportó la presencia de esferas luminosas e inclusive se tomaron fotografías en que se apreciaban unos arcos de luz que delataban la forma de las esferas: mas, como es de esperarse, ante aquellas fotografías cuya fama ha llegado a trascender, los escépticos hablaron de reflejos en el lente de la cámara y la comunidad científica no las aceptó aunque nunca se demostró ni que fuese un montaje ni que fuese el producto de reflejos en el cristal de la cámara.
Pero veamos ahora los hechos con más
detalle, para lo cual resulta muy útil acudir a las palabras con que los
propios Taff y Gaynor relataron ciertas cosas acaecidas en los días en
que las investigaciones se realizaban en casa de Doris:
Fue en la segunda visita a la casa de
Doris cuando los investigadores empezaron a ver cosas que les
demostraron de manera contundente que lo que estaba ocurriendo no podía
reducirse a algún intrincado problema psíquico del sueño. “Empezamos a
ver pequeños estallidos de luz, sucedían rápidamente. Intentamos
fotografiarlos, pero sucedían demasiado rápido, y no conseguimos fijar
ninguno. Trabajabamos con una Polaroid y una cámara fotográfica de 35mm”
Estabamos en la cocina hablando con el hijo de 16 años de Doris cuando la puerta de un armario bajo se abrió de golpe y una cacerola salió disparada”, dijo Gaynor. “Salió volando y cayó dos o tres pies más allá del armario. Yo me asomé por si hubiera algún truco o alguien escondido en el armario, pero allí no había nada. Ahí es cuando empezó todo”.
“La mujer empezó a chillar, ‘está en el
dormitorio’. Nosotros corrimos hacia allá y fue cuando aparecieron las
luces y tomamos las instantáneas con la Polaroid. La mujer gritó ‘está
en la esquina’ y rápidamente tomamos una foto, pero salió descolorida.
Doris volvió a gritar que estaba en la esquina y volvimos a fotografiar…
otra vez descolorida. Pensabamos que la cámara se había estropeado, así
que tomamos una foto de control. En ese momento Doris anunció que el
ente se había ido. La foto salió perfecta”
“Con la Polaroid tomamos la foto más
interesante de todas. Doris dijo textualmente ‘está delante de mi cara’ y
entonces tomamos la instantánea. En la foto puedes ver con claridad los
botones de su ropa y las cortinas, sin embargo su cara aparece
totalmente borrada. Repetimos la operación con idéntico resultado, y
cuando ella dijo que ya se había ido, hicimos una foto de control y todo
apareció normalmente.”
“La tercera noche decidimos hacer la
sesión en el dormitorio. Le pedí al ente que si realmente estaba allí
que apareciese, y entonces la luz salió de la pared y se desplazó hasta
el medio de la habitación. Empezó a girar y a expandirse en todas
direcciones. Teníamos a nueve fotógrafos profesionales distribuidos por
la habitación disparando sus cámaras desde todos los ángulos. Fue
increíble, ¡esa cosa flotaba en medio de la estancia y era dimensional!
Es imposible falsificar algo así sin disponer de sofisticados sistemas
de laser”. Taff contó que en realidad había tres esferas de luz: una
verde-amarillenta y dos de luz blanca. “Nosotros vimos bolas de luz. De
algún modo las cámaras recogieron arcos luminosos… pero lo que nosotros
vimos eran bolas de luz”. Mas todo aquel episodio tuvo lugar luego de
que, tras sufrir un espantoso ataque, Doris llamara a Gaynor a la
medianoche para pedirle que fueran ya que había sido agredida por tres
criaturas invisibles, dos de las cuales le sujetaban las piernas para
que la última, El Ente, la penetre con brutalidad a sus anchas. . “Ella
me llamó en mitad de la noche llorando y fui hacia allá. Había sido
golpeada, tenía marcas azules y negras por todo el cuerpo”, dijo Gaynor.
Como sorprendentemente se ve, el número de criaturas que Doris
mencionó, al igual que la distribución de funciones y aparente jerarquía
entre las mismas, coincidía a la perfección con el hecho de que
justamente hayan sido tres las esferas de luz que los investigadores
vieron, siendo dos de ellas blancas (las criaturas que sujetaban) y una
amarilla-verdosa (El Ente). Por otra parte, Doris también acotó que la
entidad violadora había cobrado solidez mientras la violaba y que, a
través del contacto con la misma, pudo darse cuenta con claridad, aún
más que en anteriores episodios, de que la entidad tenía la anatomía de
un hombre fornido y de que en efecto era un espectro pues,
inmediatamente después de saciar su desaforada libido, simplemente “se
evaporó”. Finalmente y a pesar de que cuando los investigadores llegaron
no presenciaron ningún ataque sexual de El Ente, sí pudieron ver algo
que les heló la sangre, algo que le hizo ver a Gaynor que, en efecto,
Doris parecía estar en lo cierto cuando dijo que el abusador invisible
tenía la morfología de un hombre. Cuenta así Gaynor lo siguiente:
“Primero vimos como se formaba la cabeza y seguidamente los hombros.
Después la luz fue descendiendo hasta que una silueta se dibujó entera.
Era una luz verde-amarillenta. Cuando todo pasó, nos miramos unos a
otros… No podíamos ni hablar.” Y Taff añade: “Cuando la aparición se
esfumó, dos jóvenes ayudantes se desmayaron y hubo que sacarlos fuera
del dormitorio”…
En cuanto a la peligrosidad de El Ente,
las siguientes palabras de Gaynor nos muestran que era ciertamente
elevada no solo para Doris sino para cualquiera que osase intentar
detenerlo: “Una vez, el hijo de 16 años oyó a su madre llorar y fue al
dormitorio. Vio como algo zarandeaba a su madre en la cama y, cuando se
acercó a ayudarla, algo le golpeó en la cabeza y lo lanzó hacia atrás.
El chico se rompió un brazo”
Después de las sesiones en casa de Doris
y sobre todo porque no habían podido hallar una respuesta clara y la
condición de ella empeoraba, los investigadores trasladaron a Doris
—quien a lo largo del caso habría de tener tres embarazos psicológicos—
al laboratorio de la Universidad de California, donde se le hizo una
especie de casa de cristal en la que, por cierto tiempo, Doris vivió
constantemente vigilada por las lentes de las cámaras y los ojos de los
doctores.
Fue allí donde en cierta noche tuvo
lugar la más intensa y asombrosa agresión sexual de El Ente. Así, ante
los numerosos presentes, el cuerpo de Doris empezó a moverse como si
alguien, contra su voluntad, la sujetase y la empujase a la vez: era El
Ente que, en aquella noche más que en ninguna otra, evidenció una
naturaleza posiblemente humana en virtud de sus conductas sexuales pues,
como queriendo dar show y lucirse, doblegó a la pobre Doris y la hizo
realizar la posición del perrito, la del misionero y muchísimas otras
posturas del Kamasutra. Lastimosamente, de aquella depravada sesión de
acrobacias necrófilas no quedó nada pues las cámaras no lograron
registrar nada con la contundencia suficiente como para hacer tambalear
el ortodoxo juicio científico e inclinarlo hacia la hipótesis
paranormal.
Al ataque anterior siguieron muchos
otros. Entretanto uno de los psicólogos, en una sesión hipnótica,
descubrió que Doris había sufrido abusos sexuales durante su infancia. A
partir de allí el juicio de los investigadores se dividió en dos
grandes bloques: por un lado, aquellos que creían que todo estaba en la
mente de Doris, pasando desde grandes escépticos que se limitaban a
explicaciones psiquiátricas rebuscadas hasta investigadores de mente
abierta que adoptaban la hipótesis parapsicológica de que la mente de
Doris había creado proyecciones energéticas que se plasmaban en la gama
de fenómenos desconcertantes que habían visto; por otro lado, estaban
aquellos que, en lugar de aferrarse a los excesos del ejercicio
interpretativo, prácticamente tomaban la realidad tal cual se presentaba
y afirmaban así que Doris era víctima de alguna identidad, sea esta un
fantasma, un demonio o un extraterrestre.
Mas Doris ya estaba cansada de todo y se
sentía frustrada ante lo escurridizo que El Ente resultaba para las
cámaras. Por ello, dejó de participar en los experimentos y, con sus
hijos, dejó su casa inicial en Culver (California) y se mudó a Texas en
busca de una vida mejor y libre de los acosos del violador invisible.
Pero El Ente ya se había enviciado con ella y, en lugar de dejar sus
fechorías o cambiar de víctima, decidió seguirla para así continuar con
sus perversas sesiones de placer espectral. Cinco fueron en total las
veces que Doris se mudó intentando huir de su perseguidor; cada vez se
mudaba más lejos pero lo único que había conseguido era una disminución
en la frecuencia de ataques. Aunque posteriormente, y de forma
inexplicable, los ataques cesaron. Dice Gaynor (que mantuvo la
comunicación con Doris) al respecto: “Parece que el ente la seguía a
donde iba. Ella cada vez se mudaba más lejos y los ataques fueron
disminuyendo hasta que después de dos años más o menos finalmente
cesaron por completo”. Fue entonces que por fin Doris vivió con
tranquilidad hasta que el cáncer la condujo a la muerte un 25 de julio
de 2006.
.
TRAILER DE LA PELICULA EL ENTE
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