LOS 7 PECADOS CAPITALES
Los siete pecados capitales son una clasificación de los vicios mencionados en las primeras enseñanzas del cristianismo para educar a sus seguidores acerca de la moral cristiana.
El término «capital» (de caput, capitis, "cabeza", en
latín) no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a
muchos otros pecados. De acuerdo a santo Tomás de Aquino (II-II:153:4).
Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principalLos pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada.
Tomás de Aquino
Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen,
o también pueden ser referidos a los pecados capitales que la
experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno (Mor. 31, 45). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza.
La identificación y definición de los pecados capitales a través de
su historia ha sido un proceso fluido y ―como es común con muchos
aspectos de la religión―
con el tiempo ha evolucionado la idea de lo que envuelve cada uno de
estos pecados. Ha contribuido a estas variaciones el hecho de que no se
hace referencia a ellos de una manera coherente o codificada en la Biblia y por tanto se han consultado otros trabajos tradicionales (literarios o eclesiásticos) para conseguir definiciones precisas de los pecados capitales.
Al principio del cristianismo, todos los escritores religiosos ―Cipriano de Cartago, Juan Casiano, Columbano de Luxeuil, Alcuino de York― enumeraban ocho pecados capitales.
El número siete fue dado por el papa Gregorio Magno y se mantuvo por la mayoría de los teólogos de la Edad Media.
Se sabe que el santo africano Cipriano de Cartago escribió acerca de ocho pecados principales.
El monje Evagrio Póntico escribió en griego Sobre los ocho vicios malvados, una lista de ocho vicios o pasiones malvadas (logismoi
en griego) fuentes de toda palabra, pensamiento o acto impropio, contra
los que sus compañeros monjes debían guardarse en especial. Dividió los
ocho vicios en dos categorías:
- Cuatro vicios concupiscibles o deseos de posesión:
- gula y ebriedad (gastrimargia: ‘gula y ebriedad’).
- avaricia (philarguria: ‘amor hacia el oro’).
- lujuria (porneia)
- vanagloria (kenodoxia)
- Cuatro vicios irascibles, que ―al contrario que los concupiscibles―, no son deseos sino carencias, privaciones, frustraciones.
- ira (orgè: cólera irreflexiva, crueldad, violencia).
- tristeza (lupè)
- pereza (acedia: depresión profunda, desesperanza).
- orgullo (uperèphania)
En el siglo V, san Juan Casiano (ca. 360-435) ―en su De institutis coenobiorum (V, coll. 5, «de octo principalibus vitiis»)― actualizó y difundió la lista de Evagrio.
- gula y ebriedad (que Casiano dejó en griego gastrimargia, porque no encontró una palabra acomodada en latín que significara simultáneamente gula y ebriedad);
- avaricia (philarguria: ‘amor hacia el oro’).
- lujuria (fornicatio)
- vanagloria (cenodoxia)
- ira (ira: cólera irreflexiva, crueldad, violencia).
- tristeza (tristia)
- pereza (acedia: depresión profunda, desesperanza).
- soberbia (superbia)
Columbano de Lexehuil (540-615) ―en su Instructio de octo vitiis principalibus en Bibl. max. vet. patr. (XII, 23)― y Alcuino de York (735-804) ―en su De virtut. et vitiis, XXVII y siguientes)― continuaron la idea de ocho pecados capitales.
LAS REPRESENTACIONES DE LOS 7 PECADOS CAPITALES
Lujuria
La lujuria (en latín, luxus,
‘abundancia’, ‘exuberancia’) es usualmente considerada como el pecado
producido por los pensamientos excesivos de naturaleza sexual, o un
deseo sexual desordenado e incontrolable.
En la actualidad se considera lujuria a la compulsión sexual o adicción a las relaciones sexuales. También entran en esta categoría el adulterio y la violación.
A lo largo de la historia, diversas religiones han condenado o desalentado en mayor medida o menor medida la lujuria.
Dante Alighieri consideraba que lujuria era el amor hacia cualquier persona, lo que pondría a Dios en segundo lugar. Según otro autor[cita requerida] la lujuria son los pensamientos posesivos sobre otra persona.
Por otra parte, el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (DRAE,
XXII edición, 2012) define el significado y uso apropiado de la palabra
«lujuria» de dos maneras: Como un «Vicio consistente en el uso ilícito o
en el apetito desordenado de los deleites carnales». O como el «Exceso o
demasía en algunas cosas». De tal manera que es prudente considerar,
además, que la lujuria inicia donde ha terminado la temperancia.
Gula
Actualmente la gula (en latín, gula)
se identifica con la glotonería, el consumo excesivo de comida y
bebida. En cambio en el pasado cualquier forma de exceso podía caer bajo
la definición de este pecado. Marcado por el consumo excesivo de manera
irracional o innecesaria, la gula también incluye ciertas formas de
comportamiento destructivo. De esta manera el abuso de substancias o las
borracheras pueden ser vistos como ejemplos de gula. En La Divina Comedia
de Alighieri, los penitentes en el Purgatorio eran obligados a pararse
entre dos árboles, incapaces de alcanzar y comer las frutas que colgaban
de las ramas de estos y por consecuencia se les describía como personas
hambrientas.
La avaricia (en latín, avaritia)
es —como la lujuria y la gula—, un pecado de exceso. Sin embargo, la
avaricia (vista por la Iglesia) aplica sólo a la adquisición de riquezas
en particular. Tomás de Aquino escribió que la avaricia es «un pecado
contra Dios, al igual que todos los pecados mortales, en lo que el
hombre condena las cosas eternas por las cosas temporales». En el
Purgatorio de Dante, los penitentes eran obligados a arrodillarse en una
piedra y recitar los ejemplos de avaricia y sus virtudes opuestas.
«Avaricia» es un término que describe muchos otros ejemplos de pecados.
Estos incluyen deslealtad, traición deliberada, especialmente para el beneficio personal, como en el caso de dejarse sobornar. Búsqueda y acumulación de objetos, robo y asalto, especialmente con violencia,
los engaños o la manipulación de la autoridad son todas acciones que
pueden ser inspiradas por la avaricia. Tales actos pueden incluir la simonía.
LA PEREZA
La pereza (en latín, acidia)
es el más «metafísico» de los pecados capitales, en cuanto está
referido a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia de
uno mismo. Es también el que más problemas causa en su denominación. La
simple «pereza», más aún el «ocio», no parecen constituir una falta.
Hemos preferido, por esto, el concepto de «acidia» o «acedía». Tomado en
sentido propio es una «tristeza de ánimo» que aparta al creyente de las
obligaciones espirituales o divinas, a causa de los obstáculos y
dificultades que en ellas se encuentran. Bajo el nombre de cosas
espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios nos prescribe para
la consecución de la eterna salud (la salvación), como la práctica de
las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, de los
deberes de cada uno, los ejercicios de piedad y de religión. Concebir
pues tristeza por tales cosas, abrigar voluntariamente, en el corazón,
desgano, aversión y disgusto por ellas, es pecado capital. Tomada en
sentido estricto es pecado mortal en cuanto se opone directamente a la
caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a Dios.
De esta manera, si deliberadamente y con pleno consentimiento de la
voluntad, nos entristecemos o sentimos desgano de las cosas a las que
estamos obligados; por ejemplo, al perdón de las injurias, a la
privación de los placeres carnales, entre otras; la acidia es pecado
grave porque se opone directamente a la caridad de Dios y de nosotros
mismos. Considerada en orden a los efectos que produce, si la acidia es
tal que hace olvidar el bien necesario e indispensable a la salud
eterna, descuidar notablemente las obligaciones y deberes o si llega a
hacernos desear que no haya otra vida para vivir entregados impunemente a
las pasiones, es sin duda pecado mortal.
Ira
La ira (en latín, ira)
puede ser descrita como un sentimiento no ordenado, ni controlado, de
odio y enfado. Estos sentimientos se pueden manifestar como una negación
vehemente de la verdad, tanto hacia los demás y hacia uno mismo,
impaciencia con los procedimientos de la ley y el deseo de venganza
fuera del trabajo del sistema judicial (llevando a hacer justicia por
sus propias manos), fanatismo en creencias políticas y religiosas,
generalmente deseando hacer mal a otros. Una definición moderna también
incluiría odio e intolerancia hacia otros por razones como raza o religión, llevando a la discriminación. Las transgresiones derivadas de la ira están entre las más serias, incluyendo homicidio, asalto, discriminación y en casos extremos, genocidio.
La ira es el único pecado que no necesariamente se relaciona con el
egoísmo y el interés personal (aunque uno puede tener ira por egoísmo).
Dante describe a la ira como «amor por la justicia pervertido a venganza y resentimiento».
Envidia/celos.
ín, invidia)
se caracteriza por un deseo insaciable, sin embargo, difieren por dos
grandes razones: Primero, la avaricia está más asociada con bienes
materiales, mientras que la envidia puede ser más general; segundo,
aquellos que cometen el pecado de la envidia desean algo que alguien más
tiene, y que perciben que a ellos les hace falta, y por consiguiente
desean el mal al prójimo, y se sienten bien con el mal ajeno.
La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.
Francisco de Quevedo
Dante Alighieri define esto como «amor por los propios bienes
pervertido al deseo de privar a otros de los suyos». En el purgatorio de
Dante, el castigo para los envidiosos era el de cerrar sus ojos y
coserlos, porque habían recibido placer al ver a otros caer.
Soberbia
En casi todas las listas de pecados, la soberbia (en latín, superbia)
es considerado el original y más serio de los pecados capitales, y de
hecho, es la principal fuente de la que derivan los otros. Es
identificado como un deseo por ser más importante o atractivo que los
demás, fallando en halagar a los otros.
En El paraíso perdido de John Milton, dice que este pecado es cometido por Lucifer al querer ser igual que Dios.
Genéricamente se define como la sobrevaloración del Yo
respecto de otros por superar, alcanzar o superponerse a un obstáculo,
situación o bien en alcanzar un estatus elevado y subvalorizar al
contexto. También se puede definir la soberbia como la creencia de que
todo lo que uno hace o dice es superior, y que se es capaz de superar
todo lo que digan o hagan los demás. También se puede tomar la soberbia
como la confianza exclusiva en las cosas vanas y vacías (vanidad) y en la opinión de uno mismo exaltada a un nivel crítico y desmesurado (prepotencia).
Soberbia (del latín superbia) y orgullo (del francés orgueil),
son propiamente sinónimos aun cuando coloquialmente se les atribuye
connotaciones particulares cuyos matices las diferencian. Otros
sinónimos son: altivez, arrogancia, vanidad, etc. Como antónimos
tenemos: humildad, modestia, sencillez, etc. El principal matiz que las
distingue está en que el orgullo es disimulable, e incluso apreciado,
cuando surge de causas nobles o virtudes, mientras que a la soberbia se
la concreta con el deseo de ser preferido a otros, basándose en la
satisfacción de la propia vanidad, del Yo o ego. Por ejemplo, una
persona Soberbia jamás se "rebajaría" a pedir perdón, o ayuda, etc.
Existen muchos tipos de soberbia, como la vanagloria o cenodoxia, también denominada en las traducciones de la Biblia como vanidad,
que consiste en el engreimiento de gloriarse de bienes materiales o
espirituales que se poseen o creen poseer, deseando ser visto,
considerado, admirado, estimado, honrado, alabado e incluso halagado por
los demás hombres, cuando la consideración y la gloria que se buscan
son humanas exclusivamente. La cenodoxia engendra además otros pecados,
como la filargiria o amor al dinero (codicia) y la filargía o amor al
poder.
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