EL MANUSCRITO VOYNICH
El manuscrito Voynich es un libro ilustrado, de contenidos desconocidos, escrito hace unos 500 años por un autor anónimo en un alfabeto no identificado y un idioma incomprensible, el denominado voynichés.
A lo largo de su existencia comprobada el manuscrito ha sido objeto
de intensos estudios por numerosos criptógrafos profesionales y
aficionados, incluyendo destacados especialistas estadounidenses y británicos en descifrados de la Segunda Guerra Mundial.
Hasta febrero de 2014 ninguno había conseguido descifrar una sola
palabra. Esta sucesión de fracasos ha convertido al manuscrito en el Santo Grial de la criptografía
histórica, pero a la vez ha alimentado la teoría de que el libro no es
más que un elaborado engaño, una secuencia de símbolos al azar sin
sentido alguno.
En febrero de 2014, Stephen Bax, profesor de la Universidad de
Bedfordshire (Reino Unido), anunció haber descifrado el manuscrito en
forma parcial.
Sin embargo, el que cumpla la ley de Zipf
(que establece que en todas las lenguas humanas la palabra más
frecuente en una gran cantidad de texto aparece el doble de veces que la
segunda más frecuente, el triple que la tercera más frecuente, el
cuádruple que la cuarta, etcétera) hace pensar que se trata no sólo de
un texto redactado en un lenguaje concreto, sino también que ese
lenguaje se basa en alguna lengua natural, ya que los lenguajes artificiales, como los élficos de Tolkien o el klingon
de Star Trek, no cumplen esta regla. Es prácticamente imposible que el
autor del manuscrito Voynich conociera dicha ley, enunciada varios
siglos después, y que por tanto la aplicase a una lengua inventada por
él.
El nombre del manuscrito se debe al especialista en libros antiguos Wilfrid M. Voynich, quien lo adquirió en 1912. Actualmente está catalogado como el ítem MS 408 en la Biblioteca Beinecke de libros raros y manuscritos de la Universidad de Yale.
En 2009, investigaciones de la Universidad de Arizona (EE.UU.) demostraron, mediante la prueba del carbono 14, y con una fiabilidad del 95 %, que el pergamino del manuscrito podía datarse entre 1404 y 1438.Por otra parte, el McCrone Research Institute de Chicago demostró que la tinta fue aplicada no mucho después, confirmando así que el manuscrito es un auténtico documento medieval.
Sobre el lugar en que pudo haberse escrito, existen pocas pistas. En
una de sus ilustraciones aparece una ciudad amurallada, y son sus
almenas dibujadas las que aportan una orientación. Su forma es la de las
almenas llamadas de cola de golondrina, un estilo estético que, más
tarde, en el Renacimiento, se popularizó por toda Europa, pero que en el
momento en que se supone que se elaboró el manuscrito, según los
últimos estudios de la Universidad de Arizona, solo se podía encontrar en el norte de Italia, quizá en la amplia región entre Milán y Venecia.
Según estudios publicados en 2014, por el botánico Arthur Tucker de
la Universidad Estatal de Delaware, el origen del manuscrito podría ser
mesoamericano. Esta teoría se basa en la similitud de algunas plantas
ilustradas en el manuscrito con sus contrapartes americanas y en el
hecho de que el estilo con el que están realizadas dichas ilustraciones
concuerda con el estilo usado en ilustraciones botánicas del siglo XVI
en México.
El libro tiene alrededor de 240 páginas de pergamino,
con vacíos en la numeración de las mismas (la cual es aparentemente
posterior al texto, quizás del siglo XVI), lo que sugiere que varias
páginas se habían extraviado
ya antes de su compra por Voynich. Para
evitar extravíos posteriores, el padre Theodore C. Petersen lo fotocopió en 1931, repartiendo dichas copias entre varios investigadores interesados en su estudio e intento de traducción. Se utilizó pluma de ave
para escribir el texto y dibujar las figuras con pintura de colores;
según se puede apreciar, el texto es posterior a las figuras, ya que en
numerosas ocasiones el texto aparece tocando el borde de las imágenes,
algo que no ocurriría si éstas hubiesen sido añadidas posteriormente.
El texto (llamado voynichés)
fue claramente escrito de izquierda a derecha, con un margen derecho
desigual. Las secciones más largas se encuentran partidas en párrafos, a
menudo con "viñetas" en el margen izquierdo. No hay evidencia de signos
de puntuación.
El texto es fluido, como si el escriba entendiera lo que estaba
escribiendo mientras lo hacía; el manuscrito no da la impresión de que
cada carácter haya tenido que ser calculado antes de ser escrito en la
página.
El texto consiste de más de 170.000 glifos,
normalmente separados unos de otros por pequeños espacios. La mayoría
de los glifos están escritos con uno o dos trazos simples. Considerando
que existen disputas sobre si ciertos glifos son distintos o no, se
calcula que el alfabeto
entero consta de entre 20 y 30 glifos totales para casi todo el texto,
con raras excepciones de algunas docenas de caracteres "extraños",
encontrados una o dos veces en todo el texto.
Los espacios más anchos dividen el texto en alrededor de 35.000 "palabras" de longitud variada. Estas parecen seguir una cierta fonética o reglas ortográficas de cierto tipo; por ejemplo, algunos caracteres deben aparecer en cada palabra (como las vocales en el castellano), algunos caracteres nunca siguen a otros, algunos pueden ser dobles pero otros no.
El análisis estadístico del texto reveló patrones similares a los de
lenguas naturales. Por ejemplo, la frecuencia de palabras sigue la Ley de Zipf y la entropía (alrededor de 10 bits por palabra) es similar a aquella de textos en latín.
Algunas palabras aparecen exclusivamente en ciertas secciones, o sólo
en algunas páginas; otras son frecuentes en todo el manuscrito. Existen
muy pocas repeticiones entre las miles de "leyendas" adjuntas a las
ilustraciones. En la sección herbario, la primera palabra de cada página aparece solamente en esa página, pudiendo representar el nombre de la planta.
Por otro lado, el "idioma" del manuscrito Voynich, el voynichés,
es distinto de los idiomas europeos en varios aspectos. En particular,
no existen palabras con más de 10 "letras". Además, la distribución de
letras dentro de una palabra es algo peculiar: algunos caracteres
aparecen solamente al principio de una palabra, otros solamente al final
y algunos siempre en el medio. Tal característica es muy particular en
lenguas como el árabe, donde la misma letra se representa de diferentes
formas, dependiendo de su posición en la palabra, por lo que se escribe
diferentemente al inicio, en el centro o al final, lo que puede dar a
entender que se trata de un alfabeto más reducido, en el entendido de
que se ven como símbolos distintos lo que podría ser el mismo.
El texto parece ser más repetitivo que los típicos idiomas europeos:
existen secuencias en las cuales la misma palabra común aparece hasta
tres veces consecutivas.
Se atribuye a los primeros propietarios reales del manuscrito la creencia de que su autor fue Roger Bacon (1214-1294). El manuscrito presenta notables parecidos con una obra del autor inglés Anthony Ascham, "A Little Herbal" (Un pequeño herbario), publicada en 1550.
Los primeros propietarios teóricos del manuscrito habrían sido Rodolfo II de Bohemia (1552-1612) (nieto de Carlos I de España) y Jacobus Horcicky de Tepenecz (que lo habría poseído entre 1612 y 1622), quien a su vez se lo habría pasado a Georgius Barschius
(quien en teoría lo habría tenido entre 1622-1665). De este último
personaje no se tienen noticias más que por unas cartas que posiblemente
escribió Johannes Marcus Marci (poseedor del libro en 1665), dirigidas a Athanasius Kircher.
Quizá emulando al orientalista Andreas Mueller, que había conseguido
estafar a Kircher con un texto fraudulento, y con la colaboración de Raphael Missowsky, habría escrito el manuscrito y creado toda la representación anterior.
Permanecería en manos de Athanasius Kircher desde 1665 hasta 1680, sin que pudiera descifrarlo, pasando a la biblioteca del Collegio Romano (actualmente la Universidad Pontificia Gregoriana) hasta 1912, momento en el que lo compraría Wilfrid M. Voynich (entre 1912 y 1930) para pasar posteriormente a su viuda, Ethel Boole Voynich (entre 1930 y 1961), a Hans Peter Kraus (entre 1961 y 1969), el cual lo cedió a la Universidad de Yale.
Dado que el alfabeto del manuscrito Voynich no se asemeja a ningún
tipo de escritura conocida, y que el texto continúa sin ser descifrado,
la única prueba práctica de la edad y origen del libro son sus
ilustraciones, en especial, los atuendos y peinados de las figuras
humanas, y algunos castillos vistos en los diagramas. Todo es
característicamente europeo y, basándose en ello, la mayoría de los
expertos fechan el libro entre 1450 y 1520. Esta estimación es apoyada por otras pistas secundarias.
El primer dueño confirmado del manuscrito fue un cierto Georgius Barschius, un oscuro alquimista que vivió en Praga a comienzos del siglo XVII.
Aparentemente, Barschius se encontraba tan confundido con respecto al
libro como nos encontramos en la actualidad. Tras enterarse de que Athanasius Kircher, un erudito jesuita del Collegio Romano, había publicado un diccionario de copto (etíope) y "descifrado" los jeroglíficos egipcios, envió una muestra del manuscrito a Kircher en dos ocasiones, pidiéndole pistas. Su carta a Kircher en 1639, recientemente hallada por René Zandbergen, es la mención más antigua del manuscrito hallada hasta la fecha.
Se desconoce si Kircher respondió al pedido, pero aparentemente se
encontraba lo suficientemente interesado como para intentar adquirir el
libro, que Barschius se negó a vender. Tras la muerte de Barschius, el
manuscrito pasó a manos de su amigo Johannes Marcus Marci, en aquel entonces rector de la Universidad Carolina de Praga, quien rápidamente lo envió a Kircher, su amigo corresponsal. La carta de Marci (1665)
se encuentra aún adjunta al manuscrito: en ella, le ofrece el
manuscrito para su descifrado y menciona que fue adquirido por el
emperador Rodolfo II de Bohemia (1552-1612) por 600 ducados de oro. La carta menciona luego que en la corte de Rodolfo II se creía que el autor del manuscrito era Roger Bacon (el fraile franciscano que vivió entre 1214 y 1294).
No se encuentran menciones del libro en los dos siglos siguientes,
aunque muy probablemente lo conservaron, junto con la correspondencia de
Kircher, en la biblioteca del Collegio Romano (actualmente la Universidad Pontificia Gregoriana). Allí permaneció probablemente hasta que las tropas de Víctor Manuel II de Italia conquistaron la ciudad en 1870, anexionando los Estados Pontificios
al nuevo Estado italiano. El nuevo Gobierno italiano decidió confiscar
muchas de las propiedades de la Iglesia, incluida la biblioteca del
Collegio. De acuerdo con las investigaciones de Xavier Ceccaldi
y otros, justo después de este acontecimiento se transfirieron
precipitadamente muchos de los libros de la biblioteca de la universidad
a las bibliotecas personales de su facultad, donde quedaban a salvo de
la confiscación. La correspondencia de Kircher, incluyendo el
manuscrito, se encontraba entre estos libros.
Parece ser que alrededor del año 1912
el Collegio Romano se encontraba en una situación económica precaria y
decidió vender, discretamente, algunas de sus propiedades. Así fue cómo
Wilfrid Voynich adquirió 30 manuscritos, entre ellos el que nos ocupa.
Treinta años después de la muerte de Voynich, en el año 1961, su viuda vendió el libro a otro marchante de libros antiguos, llamado H. P. Kraus. Como no pudo encontrar un comprador, Kraus donó el manuscrito a la Universidad de Yale en 1969.
La impresión general que proporcionan las páginas que nos han llegado
del manuscrito sugieren que su propósito era servir como una farmacopea
o desarrollar temas comunes en la medicina medieval o renacentista. Sin
embargo, los detalles intrigantes de las ilustraciones han alimentado
muchas teorías acerca del origen del libro, su contenido, y los fines
para los que fue concebido. Nuevas corrientes de estudio han relacionado
algunas de las ilustraciones con secretos de los gremios de artesanos
de Milán (farmacopea de venenos, producción de cristal, etc...), los
cuales estaban protegidos tradicionalmente hasta el punto de que su
transmisión a potencias extranjeras suponía graves castigos.
Herbario
La primera sección del libro es casi seguro un herbario, pero han
fracasado completamente todos los intentos para identificar las plantas,
ya sea con especies existentes o con los dibujos estilizados de los
herbarios contemporáneos. Sólo se pueden identificar con alguna
certidumbre un par de plantas, entre las que se incluyen el pensamiento silvestre y el helecho "culantrillo"
o "cabello de Venus". Los dibujos del herbario que se asemejan a los
bocetos "farmacológicos" parecen ser "copias en limpio" de éstos, salvo
que se completaron las partes que faltaban con detalles inverosímiles.
De hecho, muchas de las plantas parecen ser compuestas (jocosamente se
les ha llamado "frankenplantas"): se juntan las raíces de una especie
con las hojas de otra y las flores de una tercera; en ocasiones las
raíces han sido adornadas con "ojos", zarpas o incluso garras: se
desconoce qué significan estos adornos (salvo que fuesen claves o pistas visuales de algún tipo).
Girasoles
Brumbaugh cree que una ilustración representa un girasol
del Nuevo Mundo, lo que ayudaría a fechar el manuscrito y abriría
posibilidades intrigantes acerca de su origen. Sin embargo, la semejanza
es escasa, sobre todo si se la compara con la especie silvestre
original; y puesto que se desconoce la escala del dibujo, la planta
podría representar un ejemplar de una amplia familia botánica, compuesta
por muchas especies (margarita, camomila,...) y extendida por todo el mundo.
Ricinus communis
Otra de las posibles especies que se distinguiría en las hojas y en los frutos es la planta Ricinus communis.
Alquimia
Los recipientes y tubos de la sección "biológica" podrían indicar una relación con la alquimia,
lo que sería relevante si el libro contuviera instrucciones para la
preparación de compuestos médicos. Sin embargo los libros alquímicos del
periodo comparten un lenguaje visual común, en el que se representan
los procesos e ingredientes por medio de imágenes específicas (el
águila, el sapo, un hombre en una tumba, una pareja en la cama, el sol,
etc.) o símbolos textuales convencionales (un círculo con una cruz,
etc.); no se identifica ninguno de ellos en el manuscrito.
Herbario alquímico
Sergio Toresella, experto en herbarios antiguos, señaló que el manuscrito Voynich podría ser un herbario alquímico, que de hecho no tiene nada que ver con la alquimia. Se trata de un herbario ficticio con dibujos inventados, con el que los curanderos cargaban para impresionar a sus clientes. Parece que existió una pequeña industria doméstica
de tales libros en alguna parte de Italia Septentrional, justo en esa
época. Sin embargo, esos libros eran muy diferentes del manuscrito
Voynich en estilo y diseño, y siempre estaban escritos en lenguaje
normal.
Herbario astrológico
Las consideraciones astrológicas siempre tuvieron un papel importante
en la recolección de hierbas medicinales, sangrías y otros
procedimientos médicos comunes en la época más probable de elaboración
del manuscrito (ver, por ejemplo, los libros de Nicholas Culpeper). Sin
embargo, aparte de los obvios signos zodiacales, y un diagrama que parece mostrar los planetas
clásicos, nadie ha sido capaz de interpretar las ilustraciones dentro
de las tradiciones astrológicas conocidas (sean europeas o de otros
lugares).
Microscopios y telescopios
Un dibujo circular en la sección "astronómica" (folio 68 vuelto,
sección 3) representa un objeto de forma irregular con ocho brazos
curvados y estrellas amarillas y azules en su interior; algunos lo han
interpretado como el dibujo de una galaxia,
que sólo se puede observar con un telescopio e incluso se ha insinuado
que el propio Roger Bacon pudo fabricar uno con un espejo cóncavo: sin
embargo incluso con los mayores telescopios actuales ninguna galaxia
presenta ese aspecto salvo que se utilice la fotografía; la Galaxia de Andrómeda aparece bastante de canto y no de frente como la que se aprecia en el manuscrito.
El parecido es muy discutible: en una inspección ocular el centro de la "galaxia" se asemeja más bien a un estanque de agua mientras que los presuntos brazos son líneas espirales con texto, no con estrellas amarillas o azules.
El parecido es muy discutible: en una inspección ocular el centro de la "galaxia" se asemeja más bien a un estanque de agua mientras que los presuntos brazos son líneas espirales con texto, no con estrellas amarillas o azules.
Se han interpretado otros dibujos como células vistas a través del microscopio: ello implicaría un origen moderno del manuscrito (siglo XVII), más que medieval.
Energía nuclear
Jacques Bergier, en su obra Les livres maudits (editorial J' ai Lu, París, 1971), traducida al español como Los libros condenados (Plaza & Janés, 1973),
propone una interesante hipótesis: el autor del Manuscrito Voynich
poseía conocimientos extraordinariamente avanzados y demasiado
peligrosos para el mundo moderno, por ejemplo el secreto de las
estrellas novas, por lo cual los ocultó para evitar nuestra propia
autodestrucción.
No hay pruebas de tales conocimientos avanzadísimos en el manuscrito,
salvo algunos diseños "astronómicos" (por ejemplo estrellas que parecen
"explotar" en los folios 68 anverso y 69 reverso, aunque pueden
representar cualquier otra cosa): de todos modos es altamente improbable
que Voynich en 1912, por no mencionar al dúo mágico-alquimista Dee-Kelley (hacia 1585) o incluso el propio Roger Bacon supiesen qué es la energía nuclear, cómo manipularla o liberarla de modo artificial.
Autores múltiples
Prescott Currier,
un criptógrafo de la Marina de los Estados Unidos, que trabajó con el
manuscrito en los 70, observó que se podían separar las páginas de la
sección "herbario" en dos conjuntos, las manos A y B,
con propiedades estadísticas distintas y caligrafías diversas. Concluyó
que el manuscrito Voynich era la obra de dos o más autores con
diferentes dialectos y convenciones ortográficas. Sin embargo, estudios
recientes han puesto en duda esta conclusión. Un experto en caligrafía que examinó el libro opinó que una sola mano había redactado el
manuscrito entero. Además, cuando se examinan todas las secciones, se ve
una transición más gradual, con el herbario A y el herbario B en los
extremos opuestos. Así, las observaciones de Prescott podrían ser tan
sólo la consecuencia de que las secciones del herbario hubieran sido
escritas en dos épocas muy separadas en el tiempo; también cabe la
posibilidad de que el manuscrito actual haya sido cosido a partir de secciones que, originalmente, tenían otra disposición.
Teorías acerca de la lengua
Se han propuesto muchas hipótesis acerca de la naturaleza de la lengua del manuscrito Voynich. Sigue una lista no exhaustiva:
Cifrado de letras
Según esta teoría, el manuscrito Voynich contiene texto con
significado en alguna lengua europea, que se hizo oscuro a propósito
convirtiendo las letras mediante algún sistema de cifrado: un algoritmo
que operaba sobre letras individuales. Al parecer, se han reconocido
algunos símbolos que apuntarían a que el código utilizado coincidiría
con la clave de cifrado de la cancillería Milanesa en el siglo XV.
Ha sido la hipótesis de trabajo en la mayoría de los intentos de desciframiento durante el siglo XX, incluido un equipo de criptógrafos de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de EE. UU.) dirigido por William F. Friedman, a principios de los años cincuenta. Primero agrupó el First Study Group (1944-1946) y luego el Second Study Group.
Se descartaron los cifrados de sustitución simple, porque son muy
fáciles de descifrar. Por eso los esfuerzos se han dirigido en general
hacia los cifrados polialfabéticos, inventados por León Alberti hacia 1460. Este tipo incluye el popular cifrado de Vigenère,
tal vez reforzado por el uso de símbolos vacíos o equivalentes,
reordenación de letras, rupturas falsas de palabras, etc. Algunos
autores suponen que se eliminaron las vocales antes del cifrado. Algunos
han pretendido el éxito en el desciframiento siguiendo estos supuestos;
pero ninguno ha logrado amplia aceptación, principalmente porque los
algoritmos de desciframiento propuestos dependen de tantas suposiciones
por parte del lector, que se podría obtener un texto con significado de
cualquier serie aleatoria de símbolos.
El principal argumento para esta teoría es que el uso de un alfabeto
extraño por parte de un autor europeo no es muy explicable, salvo como
un intento de ocultar información. Lo cierto es que Roger Bacon sabía de
cifrados, y la fecha estimada para el manuscrito apenas coincide con el
nacimiento de la criptografía como disciplina sistemática. Contra esta
teoría está el argumento de que un cifrado polialfabético normalmente
destruiría las características estadísticas "naturales" que se observan
en el manuscrito, tales como la Ley de Zipf.
Además, aunque los cifrados polialfabéticos se inventaron hacia 1467,
las variantes sólo se hicieron populares en el siglo XVI, un poco tarde
para la fecha estimada del manuscrito.
Cifrado con libro de códigos
Según esta teoría, las "palabras" del manuscrito Voynich en realidad serían códigos para consultar en un diccionario o libro de códigos.
La prueba principal de este aserto sería que la estructura interna y la
distribución de la longitud de esas palabras son similares a las de los
números romanos
(en ese tiempo habría sido un código natural que elegir). Sin embargo,
los cifrados basados en libros de códigos sólo son viables en textos
cortos, pues son muy engorrosos de leer y escribir.
Cifrado visual
James Finn propuso en su libro Pandora's hope (La esperanza de Pandora, 2004) que el manuscrito Voynich es en realidad hebreo codificado visualmente. Una vez que se han trascrito correctamente las letras, usando como guía el E.V.A.,
se pueden leer muchas de las palabras del manuscrito en hebreo, y se
repiten con diversas deformaciones para confundir al lector. Por
ejemplo, la palabra AIN del manuscrito significa “ojo” en hebreo, y
también aparece con formas distorsionadas como “AIIN” o “AIIIN” para
hacerlas parecer palabras diferentes cuando en realidad son la misma.
También se utilizan otros métodos de criptografía visual. Esto
explicaría el fracaso que los demás investigadores han tenido al
descifrar el manuscrito, porque se basan más en una metodología
matemática. El principal argumento en contra es que tal codificación
cualitativa constituye un obstáculo formidable para el talento del
descifrador individual, dada la multiplicidad de posibles
interpretaciones visuales alternativas del mismo texto. Sería difícil
separar cuánta interpretación es del texto genuino, y cuánta refleja
simplemente la subjetividad del intérprete.
Esteganografía
Esta teoría mantiene que el texto del manuscrito Voynich carece en su
mayor parte de significado, pero contiene la información oculta en
detalles discretos: por ejemplo, la segunda letra de cada palabra, o el
número de letras en cada línea. Esta técnica, llamada esteganografía (en griego, “escritura encubierta”) es muy antigua, y la describió, entre otros, el abad Johannes Trithemius en 1499. Se ha sugerido que el texto traducido ha de ser obtenido mediante una rejilla de Cardano
de algún tipo. Esta teoría es difícil de probar o rechazar, puesto que
los textos esteganográficos pueden ser arbitrariamente difíciles de
transcribir. Un argumento en contra es que usar un texto que aparenta
estar cifrado va en contra del principal objetivo de la esteganografía,
que es ocultar la propia "existencia" del mensaje secreto.
Algunos han sugerido que el texto con significado podría estar
codificado en la longitud o forma de ciertos rasgos de la escritura. Hay
ejemplos de esteganografía de aproximadamente esa época, que usan el
tipo de letra (por ejemplo regular frente a cursiva) para ocultar
información. Sin embargo, cuando se examina con un gran aumento, los
rasgos de escritura del manuscrito Voynich tienen un aspecto natural y
aparecen afectados principalmente por la superficie rugosa del
pergamino.
Lenguaje natural exótico
El lingüista
Jaques Guy ha sugerido que el texto del manuscrito Voynich podría estar
expresado en una lengua natural exótica, aunque escrito con un alfabeto
inventado. Ciertamente, la estructura de palabras es similar a la de
muchas familias lingüísticas de Asia Oriental y Central, principalmente la sino-tibetana (chino, tibetano y birmano), la austroasiática (vietnamita, khmer,...) y tal vez la tai (tailandés, lao,...
). En muchas de estas lenguas, las "palabras" (es decir, las unidades
lingüísticas más pequeñas con un significado definido) constan de una
sola sílaba; y esas sílabas tienen una estructura bastante rica,
incluidos patrones tonales.
Esta teoría goza de cierta plausibilidad histórica. Aunque esas
lenguas disponen en general de sistemas de escritura propios, éstos
suelen ser notablemente difíciles para los visitantes occidentales, lo
que motivó la invención de varios alfabetos fonéticos,
habitualmente usando letras latinas, pero a veces se emplearon letras
inventadas. Aunque los ejemplos conocidos son muy posteriores al
manuscrito Voynich, la historia registra cientos de exploradores y
misioneros que lo podrían haber hecho (incluso antes del famoso viaje de
Marco Polo en el siglo XIII), pero especialmente después de que Vasco de Gama descubriese la vía marítima a Extremo Oriente en 1499. El autor del manuscrito Voynich podría ser también un nativo del Lejano Oriente que vívía en Europa, o bien se educó en una misión europea.
El principal argumento a favor de esta teoría es que es consistente
con todas las propiedades estadísticas del texto del manuscrito Voynich
que han sido comprobadas a la fecha, incluyendo las palabras dobladas y
triplicadas que aparecen en los textos escritos en chino y vietnamita
con la misma frecuencia aproximada que en el manuscrito. También explica
la aparente falta de números y de características sintácticas
occidentales (tales como artículos
y cópulas), y la inescrutabilidad general de las ilustraciones. Otra
posible pista la constituyen dos grandes símbolos rojos en la primera
página, que han sido comparados con el título de un libro de estilo
chino, dado la vuelta y pobremente reproducido. Además, la aparente
división del año en 360 grados (en lugar de 365 días), en grupos de 15 y comenzando en Piscis, son rasgos propios del calendario agrícola chino (jie q'i).
El principal argumento en contra de esta teoría es que nadie (incluidos
los eruditos de la Academia de Ciencias de Pekín) ha podido encontrar
ningún ejemplo claro de simbolismo oriental o de ciencia asiática en las
ilustraciones.
A finales de 2003, el polaco Zbigniew Banasik propuso que el manuscrito es texto redactado en idioma manchú, y dio una traducción incompleta de la primera página del manuscrito.
Lengua políglota
En el libro Solution of the Voynich Manuscript: A liturgical Manual for the Endura Rite of the Cathari Heresy, the Cult of Isis ("La solución al manuscrito Voynich: un manual litúrgico del rito de Endura en la herejía cátara, el culto a Isis",
1987), Leo Levitov afirmó que el manuscrito era una transcripción
sencilla de una "lengua oral políglota", que definió como "una lengua
literaria comprensible para aquellos que no entendieran el latín, a
quienes se les podría leer en esta lengua". Propuso un desciframiento
parcial en una mezcla de lengua flamenca medieval con muchos préstamos lingüísticos del francés antiguo y antiguo alto alemán.
Según Levitov, el rito de Endura no era sino un ritual de suicidio
asistido, asociado con la fe cátara (aunque la historicidad de este
ritual está puesta en duda). Explica que las plantas quiméricas no están
destinadas a representar ninguna especie botánica, sino que son
símbolos secretos de la fe. Las mujeres en las tinas junto a la red de
tuberías representan el propio suicidio ritual, que incluiría la
venesección: cortarse las venas para que la sangre se derramase en un
bañera con agua caliente. Las constelaciones sin análogo celestial representan las estrellas del manto de Isis.
Se cuestiona esta hipótesis en varios frentes. Uno es que se sabe muy bien que la fe cátara era un gnosticismo cristiano, y no se asociaba de ninguna forma con Isis. Otro es que esta teoría sitúa el origen del libro en los siglos XII o XIII,
con lo que sería considerablemente más antiguo que lo que incluso los
partidarios de la teoría de Roger Bacon defienden. Levitov no ofreció
ninguna defensa frente a este argumento, más allá de su traducción.
Lengua artificial
La peculiar estructura interna de las “palabras” del manuscrito
Voynich ha llevado a William F. Friedman y John Tiltman a postular por
separado que el texto podría ser simplemente una lengua artificial, y más específicamente, una lengua filosófica.
Las lenguas de este tipo tienen un vocabulario organizado según un
sistema de categorías, por lo que se puede deducir el significado
general de una palabra por la secuencia de las letras que la componen.
Por ejemplo, en la lengua artificial moderna Ro, bojo es la categoría de los colores, y cualquier palabra que comience con esas letras sería el nombre de un color: así rojo es bofoc, y amarillo es bofof (es, pues, una versión extrema de la Clasificación Decimal Universal que se usa en las bibliotecas).
Este concepto es bastante antiguo, como lo prueba el libro Philosophical Language (“Lengua Filosófica”) de John Wilkins. En los ejemplos más conocidos, las categorías se subdividen añadiendo sufijos;
como resultado, un texto sobre una materia concreta tendría muchas
palabras con prefijos similares. Por ejemplo, todos los nombres de
plantas empezarían con letras similares, y análogamente con todas las
enfermedades, etc. Esta característica podría entonces explicar la
naturaleza repetitiva del texto Voynich.
Sin embargo, nadie ha podido asignar un significado plausible a cualquier prefijo o sufijo del manuscrito, además de que todos los ejemplos conocidos de lenguas filosóficas son bastante tardíos (siglo XVII).
Engaño
Las extrañas características del texto del manuscrito (tales como las
palabras duplicadas o triplicadas) y el contenido sospechoso de sus
ilustraciones (tales como las plantas quiméricas) han llevado a muchos a
pensar que el manuscrito es en realidad un engaño.
En 2003 el especialista en computación doctor Gordon Rugg
mostró que se podía reproducir texto con características similares a
las del que contiene el manuscrito, mediante el uso de una tabla con
prefijos, raíces y sufijos, que habrían sido seleccionados y combinados
por medio de una plantilla de papel perforado. Este mecanismo, conocido
como rejilla de Cardano, se inventó hacia 1550 como herramienta
criptográfica. Sin embargo los pseudotextos generados en los
experimentos de Gordon Rugg no tienen las mismas palabras y frecuencias
que el manuscrito Voynich, y su parecido con el voynichés es sólo
visual, no cuantitativo. Puesto que también se puede producir un
galimatías aleatorio que se parezca al español (o a cualquier otra
lengua) en una medida similar.
Dialecto americano desconocido
Según un estudio publicado en el año 2014, por el American Botanical Councilla solución podría estar en la combinación de varias de las teorías
antes mencionadas. Los autores de dicho estudio declaran haber
identificado palabras en el texto (relativas a plantas y animales)
pertenecientes a las lenguas náhuatl, taína, española y mixteca,
lo que apoyaría las teorías de que el manuscrito está escrito en una
lengua exótica desconocida (en este caso, un lenguaje antiguo mexicano)
mientras que utiliza palabras prestadas de otras lenguas (lengua
políglota). Este artículo, publicado por los expertos Doctor Arthur O. Tucker y Rexford H. Talbert, ha recibido respuestas positivas por parte de expertos en botánica y etnobotánica, lo que da mayor fuerza a esta teoría.
DOCUMENTAL SOMBRE EL MANUSCRITO VOYNICH
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